miércoles, 7 de noviembre de 2012

PATRIA VIEJA





En 1808 murió el Gobernador de Chile Luis Muñoz de Guzmán, y en su reemplazo se designó, en forma interna, al brigadier de mayor graduación, Francisco Antonio García Carrasco, hombre de escasas aptitudes políticas, que por sus arbitrariedades e imprudencias se ganó rápidamente la animadversión de la Real Audiencia y del Cabildo de Santiago.
Los errores cometidos por García Carrasco durante su período de gobierno fueron numerosos. Entre las medidas que ordenó, la que más conmocionó a la aristocracia santiaguina fue la reclusión de tres de sus más distinguidos miembros: Juan Antonio Ovalle, José Antonio de Rojas y Bernardo Vera y Pintado, acusados sin mayores fundamentos de organizar un movimiento en pro de la independencia.
Todo contribuyó a que se le solicitara la renuncia, la que fue presentada el 16 de julio de 1810. En su reemplazo se nombró, también con calidad de interino, al anciano de 83 años, Mateo de Toro y Zambrano.
El Cabildo santiaguino presionó incesantemente por lograr que el nuevo Gobernador convocase a Cabildo abierto. La real Audiencia era contraria a ello, pues se oponía a la creación de un Gobierno Autónomo. Sus miembros eran partidarios de obedecer a las Autoridades Españoles constituidas en la península o a las que se encontraban en América y que habían sido nombradas con anterioridad a la crisis monárquica.
Pero la postura de la Real Audiencia no prosperó, y el Gobernador convocó al pueblo de Santiago, a un Cabildo abierto para el 18 de septiembre de 1810, con el fin de resolver, ante la difícil situación política que afectaba a las colonias, cuál era la forma de gobierno que más convenía al Reino de Chile.
A su vez, el Consejo de Regencia establecido en España dirigió a los americanos una proclama por la cual condenaba al régimen dominante francés. En ella pedía a las colonias la designación de diputados a las Cortes de la Península, y después de declarar la igualdad de derechos de las provincias con la metrópoli, les decía:
"Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres. En el acto de elegir vuestro diputado es preciso que cada elector se diga a sí mismo: este hombre es el que ha de exponer y remediar todos los abusos, todas las extorsiones, todos los males que han causado la arbitrariedad y nulidad de los mandatarios del antiguo gobierno..."
Alentados los patriotas con ese franco reconocimiento de la necesidad de reformas políticas, pusieron el más vivo empeño en apresurar la formación de la Junta gubernativa que desde tanto tiempo les traía agitados. De esta forma, los críollos fueron los responsables de arreglar de antemano el asunto del cabildo abierto. La reunión se realizó en el edificio del Tribunal del Consulado por poseer un salón más amplio que el del cabildo de Santiago.
La sesión se abrió con la renuncia del gobernador. Luego tomó la palabra el procurador del cabildo don José Miguel Infante, quien justificó tanto la realización del cabildo abierto como la conveniencia de instalar una junta de gobierno. En su discurso fundamentó en los siguientes puntos esos propósitos:
1º La formación de una junta constituía un acto pleno de la soberanía nacional
2° Estando además el rey cautivo la soberanía vuelve al pueblo (Ley Castellana de las Siete Partidas).
3º Los americanos al igual que los españoles tienen derecho y actúan legalmente al organizar un gobierno propio; por cuanto las organizadas en España representan sólo al pueblo español. Siendo América un bien de la Corona de Castilla, las juntas de la metrópoli no tienen jurisdicción en América.
4º El propio Consejo de Regencia en su proclama de instalación dejó establecido que ella serviría de ejemplo a los pueblos de América (esta era una interpretación errónea de Infante).
5º La junta que se instalaría en Chile constituiría un acto de fidelidad a Fernando VII y gobernaría en su nombre mientras éste permaneciera en cautiverio.
La idea de formar una junta fue aprobada mayoritariamente. A continuación el propio Infante propuso el listado de los personajes que debían integrar la junta, según el criterio del cabildo. Todos fueron aprobados por aclamación.
Presidente: Mateo de Toro y Zambrano
Vicepresidente: José Antonio Martínez Aldunate, Obispo de Santiago
Vocales: Fernando Márquez de la Plata, Juan Martínez de Rozas, Ignacio de la Carrera Cuevas, Francisco Javier Reina y Juan Enrique Rosales
Secretarios: José Gaspar Marín y José Gregorio Argomedo Montero
Con estas nominaciones se logró tener la representación general de la sociedad y sus poderes: el rey y la iglesia católica como poderes tradicionales por medio de las figuras del presidente y vicepresidente. Márquez de la Plata por los europeos juntistas; Juan Martínez de Rozas por la aristocracia de Concepción y don Ignacio de la Carrera por la de Santiago.
Todos los cuerpos militares, jefes, prelados, religiosos y vecinos juraron fidelidad a la Junta. Se cerró la sesión con la redacción del Acta de instalación, donde se dejó constancia de que:
1° La junta constituía un acto de fidelidad a Fernando VII.
2° Siendo un acto político de la aristocracia de Santiago se convocaría a una asamblea de todos los pueblos (Congreso Nacional).
El cabildo abierto se disolvió poco antes de las tres de la tarde, en medio de grandes manifestaciones. Repiques de campanas anunciaron a la población el advenimiento del primer gobierno nacional. En la noche la ciudad se iluminó y se improvisó una banda de músicos que fue a dar serenatas al conde de la Conquista y demás miembros de la Junta.
Labor de la Primera Junta de Gobierno
El virreinato del Perú, dirigido entonces por Fernando de Abascal, se transformó en el gran centro opositor a los movimientos juntistas de América del Sur. La situación de privilegio que el Perú había mantenido durante los siglos coloniales le hacían ver con temor la marcha de los patriotas en el gobierno. Tanto cuando se formaron juntas en Quito como en la Audiencia de Charcas, el virrey había ordenado la invasión militar de esos territorios, a pesar de no estar bajo su jurisdicción, y restaurado el viejo orden. En respuesta a la aparición de la junta de Buenos Aires también procedió a la invasión del noroeste argentino con el propósito último de alcanzar la capital del virreinato de la Plata. Por lo tanto, los criollos chilenos observaban atentos la marcha de los acontecimientos, evitando dar excusas al virrey que justificaran también la invasión de Chile bajo el cargo de sedición. Lo que en realidad no sabían los patriotas de Santiago era que el virrey ya no disponía de fuerzas militares adicionales para expedicionar sobre Chile, pues sus esfuerzos se concentraban ya fuera en frenar el avance de los rioplatenses o aproximarse lo máximo a su capital. Pero de todas maneras, este temor condicionó a la conservadora aristocracia chilena al momento de decidirse por una política de reformas
Las obras de la Primera Junta de Gobierno se resume en las siguientes acciones:
1º Creación de fuerzas militares para asegurar la defensa del país, en especial del virrey del Perú.
2º Establecimiento de relaciones diplomáticas con la junta de Buenos Aires, a través de su representante en Chile Antonio Álvarez Jonte.
3º Envío a Buenos Aires de 400 hombres para defensa de ese territorio contra los ejércitos realistas de Abascal.
4º Decreto de Libre Comercio (febrero de 1811): que abrió los puertos de Valdivia, Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo al comercio con naves amigas, aliadas y neutrales de España. Quedó autorizado el ingreso de cualquier tipo de mercaderías, excepto ron, cerveza, vino, aguardiente y sombreros y también efectos estancados en manos del fisco: tabaco, rapé y naipe. Las mercaderías provenientes del extranjero pagarían un arancel de un 30% sobre su valor, con la excepción de las del Perú y Río de la Plata que continuarían gravadas en un 13%. Se dispuso la liberación de derechos aduaneros por un año y medio a los libros, planos, cartas geográficas, sables, pistolas, espadas, fusiles, cañones, pólvora, balas y demás pertrechos de guerra; imprentas, instrumentos y máquinas de física y matemáticas, herramientas y máquinas industriales.
Un hecho puntual desencadeno una acción determinante. El 26 de febrero falleció el conde de la Conquista, don Mateo de Toro Zambrano. Este hecho apresuró la convocatoria a elecciones para el Congreso.
5º Convocatoria al primer Congreso Nacional a objeto de reunir una verdadera representación nacional y promulgar una constitución que impidiese los abusos del poder. Según las disposiciones dictadas por la junta, el Congreso se compondría de 36 diputados, de sexo masculino y mayores de 25 años, elegidos en proporción a la población calculada de cada distrito.
A principios de 1811, todo dejaba ver el terreno que ganaban las ideas revolucionarias entre los criollos de más ilustración: carteles manuscritos pegados en las esquinas, choques frecuentes entre españoles y patriotas en las calles y otras demostraciones parecidas.
Entre los escritos que entonces produjeron más impresión, figuró la proclama de Quirino Lemáchez. En este documento se instaba a los patriotas a declarar la completa independencia. "La naturaleza  –decía– nos hizo iguales, y solamente en fuerza de un pacto libre, espontáneo y voluntariamente celebrado, puede otro hombre ejercer sobre nosotros una autoridad justa, legítima y razonable”.
De estas afirmaciones deducía que, como ni los antepasados de los patriotas ni los patriotas mismos habían convenido en ese pacto, el gobierno nuevo de Chile se debía constituir con prescindencia absoluta de España. En lenguaje altivo y ardoroso pintaba los horrores de la dominación colonial y con arrogancia agregaba: "Que se hable algún día de la república, la potencia de Chile, la majestad del pueblo chileno".A la exaltación producida por esa propaganda se añadió en los meses siguientes un grave sobresalto que ahondó la rivalidad entre chilenos y españoles.
El motín de Figueroa
En los primeros meses de 1811 se efectuaron las elecciones de diputados en los diferentes distritos, en asambleas muy parecidas a los cabildos abiertos. En Santiago, la elección fue fijada para el 1 de abril, pero se retrasó a causa de un motín encabezado por el coronel español Tomás de Figueroa, que contando con el apoyo de los españoles quiso poner fin al movimiento criollo. Una ligera escaramuza en la plaza de armas desbandó a los insurrectos. Su jefe, hecho prisionero, fue ajusticiado con toda celeridad.
La Junta actuó en esa ocasión con la mayor decisión impulsada por Juan Martínez de Rozas. Se acusó a la Real Audiencia como centro de reacción e instigador de la asonada. Ante el temor de correr la misma suerte que Figueroa, los miembros de la Audiencia abandonaron Chile, disolviéndose este organismo en junio de 1811.
La desaparición de este tribunal constituyó un hecho de la mayor importancia, en cuanto representaba al rey y sus atribuciones se extendían más allá de la simple administración de justicia, para alcanzar incluso materias de gobierno. En adelante, los españoles se vieron reducidos a total impotencia, observados por las autoridades y temerosos del afianzamiento de la causa criolla.
Pasados los incidentes, los diputados de las provincias que ya se encontraban en la capital, exigieron que la junta les incorporase a su seno. Admitida su solicitud, la junta con los diputados pasaron a constituir un cuerpo político denominado Directorio Ejecutivo.
La medida más importante tomada por el nuevo organismo durante su breve mandato, fue la creación de un Tribunal de Apelaciones, que tomó el lugar de la Audiencia, pero reducidas sus atribuciones exclusivamente a materias judiciales. Estaba compuesto por cuatro magistrados.
Había procedido como un gobierno de hecho, asumiendo todo el poder público, hasta formar un ejército propio; reformar con la libertad de comercio un sistema económico que llevaba siglos de existencia; disolver la más alta corte de justicia, secular también, que había en la colonia, y dotar por último al país de un Congreso Nacional, como si ya se tratara de un Estado independiente.
La responsabilidad de tales actos era abrumadora, por las consecuencias que debían traer, pero ella no arredró a sus hombres, entre los cuales Martínez de Rozas, que los conducía, encaminó en todo momento la Junta hacia la constitución del nuevo Estado.

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