La Guerra Civil de 1891 fue un conflicto armado en Chile entre partidarios del Congreso Nacional contra los del Presidente de la RepúblicaJosé Manuel Balmaceda. Terminó con la derrota de las fuerzas leales al presidente, y el suicidio de éste. Inicialmente denominada como la Revolución de 1891 por los vencedores.
Sus principales causas
• Proyecto Económico de Balmaceda: El presidente tenía la intención de aumentar la exportación del salitre, incrementando los ingresos fiscales, para así poder financiar el plan de obras públicas del gobierno. Pero los empresarios del salitre (principalmente John North), parte de la oligarquía y el parlamento, querían exportar cantidades limitadas, para que no disminuyera su precio en el mercado internacional. Por lo que pasaron a formar parte de la oposición.
• Hegemonía oligárquica en peligro: Balmaceda nombró como ministros a jóvenes no pertenecientes a la oligarquía tradicional. Este grupo reaccionó al prever la posibilidad de disminuir su poder político y social, por lo que se opuso al presidente.
• Autoritarismo: El mandatario gobernó interpretando la constitución como presidencialista, con lo que se ganó la oposición de radicales, nacionales, liberales y congresistas. Lo que significó múltiples obstáculos, por parte del parlamento, para poder cumplir sus propósitos.
• Conflicto con la Iglesia: Por la condición de liberal de Balmaceda, y su antiguo apoyo a la enajenación del poder eclesiástico sobre el estado, la oligarquía religiosa y conservadora se unió a la oposición.
• División de las fuerzas armadas: Para el desarrollo de la guerra fue fundamental la división de las fuerzas armadas, ya que sin este suceso, el bando de Balmaceda no habría podido oponer resistencia. El ejército, siguiendo su deber con el poder civil, apoyó al presidente, y la Armada, a la causa congresista.
Un análisis histórico–social
Parque Cousiño hacia el 1890
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Para conocer los antecedentes de esta guerra civil, es preciso analizar —en una síntesis al menos— el período que va entre 1880 y 1891.
Ha de entenderse el origen de la revolución a la luz de la conceptualización histórica de los "grandes procesos", pues si vemos el devenir de los acontecimientos que venían desarrollándose desde mediados de siglo, lo que sucede en 1891, si damos crédito a Sergio Villalobos, no es otra cosa que la consecuencia de una evolución más profunda que se estaba consolidando.
Resulta evidente, para toda la historiografía actual, que los procesos que van desde la mitad del siglo pasado, ya sean económicos, sociales, políticos y culturales, eran irrefrenables.
Si queremos darle un cariz más preciso (y casi parece una hipótesis de trabajo) podemos decir con cierta certeza que esta sangrienta revolución no fue sino la conclusión de una diatriba oligárquica. Entre estos grupos que se enfrentaron no hay ideologías de por medio, no hay sustanciales diferencias en lo cultural ni en lo económico, lo que hubo y es lo más aceptado por los estudios que se develan a la luz actual, fue una confrontación por el poder político.
Lo que sucede en términos precisos y sencillos, es que hay una "... perturbación momentánea de 1891"; lo que sigue (salvo los momentos inmediatos a la finalización de la guerra, entiéndase Con-Con y Placilla) es como si nada hubiera pasado, pero que deja una profunda huella en nuestra historia —aunque esto pudiera sonar contradictorio— de hecho a pesar de ello la Constitución del '33 no fue cambiada sino hasta 1925, lo que prueba una vez más la particularidad del proceso.
Sin embargo, y sin dejar de considerar lo anteriormente expuesto, es preciso considerar que hay un factor importantísimo que influyó de sobremanera —si bien no directamente— en el desarrollo de los acontecimientos: esto es la evolución y ascenso de la burguesía.
Club Hípico, centro social desde 1870
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Dejando de lado que esta es una palabra controvertida para muchos, pasando desde una ostentación orgullosa hasta una adjetivación peyorativa, lo importante para nosotros es visualizar que el término tiene un sentido según el momento en que se dice y en esta ocasión el momento atesoraba dentro de sí el germen de una nueva clase que se estaba abriendo paso rápidamente en nuestra sociedad y que influiría en muchos proceso posteriores.
La escala social —comúnmente— advierte un ascenso paulatino de las clases que la componen y en el particular caso de nuestra sociedad hubo dos elementos destacadísimos, uno más que otro, en la segunda mitad del siglo diecinueve: el grupo obrero y la burguesía. Nos referiremos a la burguesía, por considerar que tuvo un papel (en la época) más relevante que la masa obrera (si bien para la época ya se habla de movimiento popular).
La burguesía chilena, como muchas otras instituciones nacionales, resulta un híbrido, herencia de un trasplante de costumbres europeas traídas, muchas veces, por los nuevos ricos: fortunas adquiridas en la nueva era, salitre, viñedos, especuladores de la bolsa, etc., pero que sin lugar a dudas fueron fortunas bien ganadas.
Este nuevo estilo, por gracia o por desgracia "afrancesado", era sin gusto y más digno de una exposición de cosas caras. Bien recordada es una de las últimas grandes fiestas realizadas por el muy ilustre don Manuel Blanco Encalada, que si bien era un aristócrata no dejó de ser, en cierto aspecto, un dandy; la sociedad de la época, la naciente burguesía, embelesada por tanto despilfarro de cosas caras anhela e imita este desorden estético.
Carmen Arriagada, en una carta a Rugendas, le señala: "¡Pobre Blanco! ¡Si usted supiese qué mezcla hay en él de muy grande y pequeño! Capaz de heroísmo, capaz de apreciar lo bello, noble en sus sentimientos, caballeroso en sus hecho, entusiasta apreciador de la belleza y el talento, se le ve de repente empapado en el recuerdo de sus grandes espejos, de sus lustres, de sus sillas de color (...) Cuando veo aquella cabeza encanecida bajo las alas de la victoria, ese brazo que ha dado tantas glorias a mi país, ocuparse de estas nimiedades impropias de un hombre comerciante, mucho más del guerrero, siento irritación ¡Si es ridículo de veras!"
Obreros, marginados y a la expectativa
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Esta burguesía que venía desarrollándose en las distintas áreas de la sociedad nacional, desde la segunda mitad del siglo diecinueve, lo hacía de una forma muy particular, más que sustentada en una ideología consistente lo era por un simple amor al ruido y al poder. Será esto y no otra cosa lo que la lleve a influir de sobremanera en los acontecimientos del '91.
Nuestro país había cambiado de fisonomía rápidamente luego de la guerra del '79, provocando un cambio radical en nuestra sociedad; la antigua aristocracia se vería "tocada" al fin por un grupo que había adquirido el poder suficiente como para inmiscuirse directamente en la política, aunque es preciso aclarar que esta no fue una guerra de clases pues a la fecha estos grupos gobernantes estaban ya bastante entremezcladas, sino más bien una guerra de simple poder político.
Lo que sucedió no fue sino un "aburguesamiento de la aristocracia y aristocratización de la burguesía (...) que se mezclan íntimamente y terminan estructurando la oligarquía, que no es otra cosa que la burguesía triunfante, porque ésta desempeñó el papel activo. Manejó la dinámica económica, creó la gran riqueza privada, impuso su ideología y sus valores e importó ademanes distinguidos."
Parte de esta "nueva mezcla" tocó a las fuerzas armadas, no estando la marina exenta de ello; el resultado de toda esta tradición es bastante más complejo, la marina, si bien venía siendo influida por esta nueva fuerza social llamada burguesía, mantenía dentro de sí una suerte de "aristocracia tradicional", heredera de una cultura naval bastante rígida en lo social que, con el tiempo, no iba a ser capaz de soportar el embate de las nuevas fuerzas sociales.
Pedagógico (1889)
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Ha sucedido —frecuentemente— que las fuerzas armadas después de un conflicto de proporciones como el que afectó a Chile el año 1879, dejan el rol protagónico que les cupo (aunque perfectamente sometidas al poder civil) y pasan a sus cuarteles, pero en esta ocasión la situación histórica se vio entremezclada con variables que poco tiempo atrás eran impensables, la burguesía haría sus estragos también en las fuerzas armadas.
Durante el gobierno del presidente José Manuel Balmaceda, en 1890, y en medio de fuertes tensiones políticas que enfrentaron al ejecutivo con el parlamento, el Congreso Nacional se negó a aprobar las leyes periódicas que fijaban las fuerzas de mar y tierra así como la Ley de Presupuesto de gastos públicos.
El Presidente reaccionó declarando, en una Proclama pública del 7 de enero de 1891 que, debido a la situación de ingobernabilidad producida, se renovaban las mismas leyes sobre esa materia dictadas el año anterior.
Los partidos de la oposición respondieron con el Manifiesto de los Representantes del Congreso a bordo de la Escuadra, desconociendo las facultades del poder ejecutivo.
Balmaceda, el 11 de febrero de 1891, ordena la inmediata clausura del Congreso Nacional. Comenzaba así una guerra civil, que duraría seis meses y costaría la vida a más de 4.000 chilenos, en una población de algo más de dos millones y medio de habitantes.
Los congresistas contaron con el completo apoyo de la Marina, a cargo del capitán de navío Jorge Montt, también se le sumaron algunos oficiales del Ejército como Estanislao del Canto.
Por su parte, el Ejército regular, con sus cuatro divisiones de Coquimbo, Valparaíso, Santiago y Concepción, se mantuvo leal al presidente Balmaceda.
Presidente Balmaceda
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La contienda se dio por mar y tierra. Durante los primeros meses el escenario de la guerra fue el norte de Chile donde los congresistas contaban con amplio apoyo. Allí se libraron las batallas de Zapiga, Dolores, Huara, Iquique, Pozo Almonte, Caldera y Calderilla.
En agosto, hacia el final de la contienda, las batallas se trasladaron a la zona central. La ciudad de Santiago tampoco se libró de vivir terribles y violentos acontecimientos. El predio de Carlos Walker Martínez —actualmente la comuna de La Florida— fue escenario de la sangrienta muerte de 84 jóvenes antibalmacedistas, conocida como la Masacre de Lo Cañas.
La guerra en Chile concitó gran atención en el resto del mundo, convirtiéndose en un foco de atención para la prensa internacional. Los Estados Unidos apoyaban abiertamente a Balmaceda, mientras Gran Bretaña, no ocultaba sus preferencias por el partido de los revolucionarios.
Luego de las batallas de Concón y Placilla, fue evidente el triunfo de las fuerzas congresistas. El presidente Balmaceda reconoció su derrota y dimitió de su cargo el 29 de agosto de 1891, entregando el mando del país al general Manuel Baquedano. Ese mismo día se dio comienzo a un violento saqueo a las residencias de destacados balmacedistas, en la ciudad de Santiago y otras urbes del país.
El conflicto de 1891 fue un acontecimiento que involucró a todo el tejido social, generando consecuencias de orden político, económico, social y cultural. Diversos autores han entregado sus interpretaciones acerca de esta guerra.
Algunos han visto en la personalidad autoritaria de Balmaceda, el origen de todo el conflicto; otros lo describen como una división interna de la clase gobernante; y otros, más allá de estas causas políticas o psicológicas, han buscado explicar este conflicto a partir de la pugna de intereses económicos entre una elite más tradicional, acostumbrada a detentar el poder total; y una nueva oligarquía emergente, más moderna, que junto con Balmaceda buscaba sentar las bases de un Estado moderno. (Ver más: Gobierno de José Manuel Balmaceda)
Jorge Montt Álvarez
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Con este nuevo sistema de gobierno, que se inicia con el presidente Jorge Montt, el Primer Mandatario perdió prácticamente todo el poder, el que pasó a manos del Parlamento, constituido por la clase dominante, lo que generó un gran desorden político, social y económico.
A principios del siglo pasado, la crisis llegó a tal extremo que la clase trabajadora comenzó a exigir cambios que mejoraran su calidad de vida y, en 1909, se creó la primera organización sindical del país.
En 1920 fue elegido Presidente Arturo Alessandri Palma —quien gobernó hasta 1925—, lo que fue visto como un triunfo de la clase media. Mientras tanto, el salitre seguía siendo el pilar fundamental de la economía chilena.
La situación se mantuvo hasta que Alemania inventó el salitre sintético durante la Primera Guerra Mundial.
En 1925 se promulgó una nueva Constitución, la que terminó con el parlamentarismo y volvió a reforzar el poder del Presidente.
El triunfo del congreso en 1891 significó establecer un régimen de gobierno que otorgaba un papel preponderante al parlamento en la vida pública y economía del país, mientras que la autoridad presidencial quedaba disminuida, pasando a ser una figura poco más que decorativa.
Esta situación se mantuvo así desde 1891 hasta 1925, periodo que se conoce en nuestra historia nacional como parlamentarismo (Ver:El régimen parlamentario: 1891-1925)
En el siglo XIX se adoptaron en Europa sistemas parlamentarios que entregaban el destino de la nación a un Jefe de Estado (monarca o presidente), que representaba de algún modo cierta continuidad, y a un Jefe de gobierno o Primer Ministro, que era, al mismo tiempo, líder de la mayoría parlamentaria. Asimismo, en los países de régimen parlamentario los partidos políticos son escasos, no pasando de cuatro o cinco, generalmente.
En este sistema, el presidente actuaba a través de ministros que no necesitaban tanto su confianza, como la confianza de la mayoría deambas Cámaras, la de Diputados y la de Senadores. Perdiendo la mayoría en cualquiera de las dos Cámaras, era inútil conservarla en la otra: de todos modos el Ministerio caía. Y aunque la pérdida de confianza afectara a un solo ministro, el gabinete íntegro debería renunciar.
A diferencia de estos sistemas, en el parlamentarismo chileno el presidente de la república era al mismo tiempo jefe de estado y de gobierno, es decir, representaba al país en el extranjero de manera simbólica y a la vez administraba el estado y los recursos, tomando decisiones que afectaban el funcionamiento de la sociedad. Para cumplir estas funciones, el presidente debía nombrar a sus ministros.
“El Parlamentarismo a la chilena”
Constitución de 1833
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Lo denominamos de esta manera debido a las profundas diferencias existentes entre el régimen parlamentario clásico, cuyo mejor ejemplo es el aplicado en Gran Bretaña, y el sistema chileno.
La intervención electoral del gobierno desaparece; en cambio proliferan los fraudes de los partidos políticos y el uso indiscriminado del cohecho. El cacicazgo, influencia determinante en los procesos eleccionarios de un individuo, en una comuna, departamento o provincia; el cohecho, compra masiva de sufragios; y el llamado “poder escrutador” modifican constantemente la voluntad ciudadana. Bajo la Presidencia de Jorge Montt Álvarez, 1891-1896 se restablece la normalidad institucional.
Los elementos que conforman el parlamentarismo en Chile son: la Constitución de 1833, las enmiendas a dicho cuerpo legal y las prácticas parlamentarias.
El poder del Congreso sobre los ministros se manifestaba en tres formas:
• La interpelación. Si un parlamentario interpelaba a un ministro ―es decir, lo interrogaba sobre un punto relacionado con su cartera en el gabinete―, el ministro estaba obligado a concurrir al Congreso y dar las explicaciones correspondientes.
• La censura o voto de confianza. Si las explicaciones antes dichas no satisfacían, el parlamentario interpelante planteaba la “censura” o “desconfianza” al ministro, la cual en el hecho hería a todo el gabinete, pues, si era aprobada, éste renunciaba completo.
Las censuras comúnmente, fueron sólo pretextos para derribar un ministerio que había perdido el apoyo mayoritario en la cámara censurante.
• La obstrucción. No existía la “clausura del debate” en el Congreso. O sea, la mayoría no podía cerrar la discusión de un proyecto de ley y votarlo, si un solo diputado estaba dispuesto a hablar sobre él.
Estas verdaderas maratones oratorias eran el método que usaban las minorías para impedir o retardar los proyectos que los perjudicaban. Pero también la “obstrucción” se usó como un arma contra el Presidente, cuando se quería presionarle en un sentido u otro hasta por asuntos mínimos.
Sólo en 1912 fue introducida en la Cámara una “clausura del debate”, pero muy débil: aún había, con sólo diez diputados, la posibilidad de paralizar indefinidamente una votación, mientras ellos tuvieran aliento para disertar alrededor de su tema.
El congreso de 1891-1894 está íntegramente compuesto por los opositores a Balmaceda: conservadores, liberales de las distintas tendencias, radicales y nacionales.
Los balmacedistas, derrotados en el campo de batalla se mantenían en la clandestinidad.
Senadores por Concepción resultaron elegidos: Aníbal Zañartu, liberal y Juan Castellón, radical. Entre los diputados destacaban: Joaquín Walker Martínez, conservador, destacado internacionalista, por Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu y Ricardo Trumbull, liberal por Rere y Puchacay.
El panorama existente en la elección del congreso 1894-97 fue muy distinto. El balmacedismo se había estructurado en el Partido Liberal Democrático, 1893, y competía fuertemente por obtener representación parlamentaria.
Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901)
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El partido balmacedista se unía a los radicales en la oposición, obteniendo 6 senadores y 21 diputados en el país, cifra superada sólo por los conservadores. Entre los diputados elegidos estaban Silvestre Ochagavía, conservador, por Rere y Puchacay; Pedro Bahnnen, radical, Juan Agustín Barriga, conservador, y Cornelio Saavedra, nacional, por Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu.
En las elecciones presidenciales para el período 1896-1901, venció Federico Errázuriz Echaurren, liberal, respaldado por la Coalición, compuesta por los partidos Conservador, Nacional y Liberal (moderado). El partido balmacedista no tardó en unirse al Gobierno.
Las elecciones parlamentarias de 1897 enfrentaron a la Alianza liberal, compuesta de liberales doctrinarios y radicales, con la Coalición, integrada por balmacedistas, conservadores, nacionales y liberales errazuristas. Esta última consiguió una amplia mayoría en ambas ramas del Congreso Nacional.
Senadores por Concepción fueron el conservador Javier Errázuriz Echaurren y Aníbal Zañartu, liberal. Entre los diputados elegidos estaban Joaquín Prieto Hurtado, conservador por Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu, Cornelio Saavedra, nacional, y Pedro Bannen, radical por la misma agrupación departamental.
Alianza y Coalición se enfrentaron para elegir el congreso 1900-1903. El despliegue de cohecho motivó la protesta de la prensa: “la venalidad juega un papel tan indecoroso como decisivo en los resultados electorales; de tal modo que al paso que vamos los puestos legislativos y municipales, en la inmensa mayoría, sólo se obtienen a influencias de la mayor suma de dinero que es posible gastar para asegurar el triunfo de las candidaturas”
El Gobierno obtuvo una precaria mayoría que permitió seguir gobernando sin cuidado al régimen de coalición. Senadores por Concepción fueron el conservador Javier Errázuriz y el nacional Cornelio Saavedra. Entre los diputados por Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu estaba el demócrata, fundador y líder de esa colectividad, Malaquías Concha y por Rere y Puchacay el balmacedista, ex ministro del Presidente suicida e ideólogo del Partido Liberal Democrático Ramón Bañados Espinoza.
Germán Riesco Errázuriz (1901-1906)
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Germán Riesco Errázuriz, liberal, fue elegido Presidente de la República para el período 1901-1906, contó con el apoyo de la Alianza Liberal, compuesta por balmacedistas, liberales y radicales.
Presidía las elecciones de 1903 un gabinete de Coalición, balmacedistas, nacionales y conservadores. Combinación política que obtuvo una fuerte mayoría en el congreso.
Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu tuvo como diputados al demócrata Malaquías Concha, el nacional Aníbal Cruz Díaz y el radical Rosamel del Solar. Por Rere y Puchacay fueron elegidos el conservador Darío Urzúa y el balmacedista Darío Sánchez Masenlli.
En el congreso de 1906-1909, pese a algunas sonadas derrotas en elecciones complementarias anteriores, la Coalición consiguió la mayoría holgada del congreso. Senador por Concepción fue Juan Luis Sanfuentes Andonáegui, jefe indiscutido de los balmacedistas y uno de los políticos más influyentes del período parlamentarista. Diputados por Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu fueron Malaquías Concha, demócrata y el conservador Antonio Subercaseaux Pérez.
Como sucesor de Riesco Errázuriz, fue elegido Presidente de la República, 1906-1911, Pedro Montt Montt, hijo del Presidente Manuel Montt Torres, con el respaldo de una nueva combinación política denominada Unión Nacional, compuesta por radicales, liberales, nacionales y una fracción conservadora, llamada “Montana”.
Pedro Montt Montt (1906-1910)
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En el congreso elegido para el período 1909-1912, predominaron conservadores y balmacedistas, siguiéndoles en el número de bancas los liberales, nacionales, radicales y demócratas.
Senadores por Concepción fueron Javier Eyzaguirre Echaurren, conservador y Juan Luis Sanfuentes Andonáegui, balmacedista. Los diputados más destacados electos por el área penquista fueron: Por Rere y Puchacay. Enrique Oyarzún, radical, más tarde presidente del partido y ministro, Darío Urzúa Rojas, conservador y Enrique Zañartu Prieto, luego senador, ministro de Estado y candidato presidencial en 1932. Por Concepción, Talcahuano, Lautaro y Coelemu: Malaquías Concha, demócrata y Aníbal Rodríguez, nacional.
El fallecimiento del Presidente Pedro Montt Montt provocó elecciones en 1910. Año del centenario de la Independencia de Chile, esperándose la visita de numerosas delegaciones extranjeras.
Se quiso evitar una campaña electoral y se acordó celebrar una convención de balmacedistas, nacionales, radicales, demócratas y liberales de las distintas tendencias. Tras siete días de reñidas votaciones, surgió entonces, como candidato de transacción Ramón Barros Luco, liberal, anciano de 76 años.
En la sesión celebrada en la tarde del 4 de septiembre de 1910 resultó elegido casi por unanimidad de los sufragios. Los conservadores adhirieron a su candidatura por medio de una nota que le dirigieron al día siguiente.
Ramón Barros Luco (1910-1915)
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Las elecciones para el congreso de 1912-1915 dieron un gran número de bancas a los liberales democráticos en la Cámara, también los liberales tuvieron numerosos asientos, los radicales, asimismo, ganaron terreno. Pero, liberales democráticos y conservadores tenían una fuerza tan considerable que con la ayuda de cualquier pequeña fracción podían inclinar la balanza a su favor.
Con el triunfo balmacedista se acrecentó la influencia de Juan Luis Sanfuentes Andonáegui, el que se convirtió en árbitro de los destinos de los ministerios y componedor de mayorías parlamentarias.
Senadores por Concepción fueron Juan Luis Sanfuentes, balmacedista y Gregorio Burgos, radical. Entre los diputados del área estaban Enrique Oyarzún, radical, y Enrique Zañartu Prieto, balmacedista, por Rere y Puchacay, En Concepción se mantenía Malaquías Concha, demócrata.
En marzo de 1915 correspondió elegir la totalidad de la CVámara de Diputados y parte del Senado. La cercanía con la elección presidencial gravitó notablemente en estos comicios.
La Alianza Liberal se adjudicó notorios avances en su representación senatorial, mientras la Coalición mantuvo la mayoría de la Cámara de Diputados.
Senador por Concepción fue elegido el radical Daniel Feliú. Entre los diputados por la zona estuvieron los radicales Enrique Oyarzún y Víctor Robles por Rere y Puchacay, junto al balmacedista Enrique Zañartu Prieto; por Concepción el conservador Ricardo Salas Edwards.
Juan Luis Sanfuentes (1915-1920)
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Bajo el Gobierno de Juan Luis Sanfuentes Andanaegui, 1915-1920, la mayor parte de los ministerios estuvieron compuestos por hombres de la Coalición hasta las elecciones parlamentarias de 1918, en las que la Alianza Liberal logró la mayoría de ambas cámaras.
Senadores por Concepción fueron el balmacedista Enrique Zañartu Prieto y el demócrata Malaquías Concha. Diputado por Coelemu y Talcahuano fue el radical Rafael Torreblanca; por Rere y Puchacay, el radical Pedro Rivas Vicuña y el conservador José Francisco Urrejola Menchaca; por Concepción los aliancistas Guillermo Acuña y Luis Serrano Arrieta.
El congreso de 1921-1924 fue elegido en circunstancias muy diversas a sus antecesores del período: Ejercía la Presidencia de la República Arturo Alessandri Palma, 1920-1925, había sido elegido en un reñido proceso que debió ser resuelto por un tribunal de honor, al margen de la institucionalidad establecida.
En estos comicios se enfrentaron la Alianza Liberal, base política del Gobierno, compuesta por radicales, demócratas y reducidos grupos de liberales y balmacedistas con la Unión Nacional, conservadores, nacionales, nacionalistas, liberales y balmacedistas mayoritarios.
La Alianza conquistó nuevos asientos en el Senado, pero no logró quebrantar la abrumadora mayoría de que disponía la Unión Nacional. En las elecciones para la Cámara de Diputados el triunfo de la Aianza fue abrumador, especialmente el de los radicales, que obtuvieron cerca de 40 diputados.
Balmacedistas y nacionales perdieron numerosos asientos. Senador por Concepción fue elegido Pedro Aguirre Cerda, radical. Abogado, sociólogo y profesor, había llegado a la Cámara de Diputados como representante de Aconcagua, su relación con la región era mínima. Diputados fueron, entre otros: Rafael Torreblanca, radical por Coelemu y Talcahuano; Pedro Rivas Vicuña, radical y Francisco José Urrejola Menchaca por Rere y Puchacay; Robinson Paredes, demócrata por Concepción.
Pedro Aguirre Cerda
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El congreso 1924-1927 se eligió en una reñida batalla entre la Alianza Liberal, mayoritaria en la Cámara y la Coalición, dominante en el Senado.
El Presidente Alessandri no permaneció neutral, sino que, alterando la tradición establecida desde los inicios del parlamentarismo, solicitó al electorado le ayudase a derrotar “la bastilla del Senado”. Asimismo, empleó la influencia del Ejecutivo y la Fuerza Pública.
Esta actitud mereció el acalorado repudio de los opositores. El dirigente conservador Rafael Luis Gumucio Vergara expresaba: “El Presidente de la República vuelve a sus actitudes de diciembre y enero, vuelve a la intervención y a la dictadura, vuelve a ella con premeditada y preparada felonía, vuelve a ella por el camino de la traición y la falsedad. Es ahora más que nunca indigno del puesto que ocupa y merece condenación y desprecio. Su presencia en el sitio que ocuparon O’Higgins, Freire, Prieto, Bulnes y Montt, es una vergüenza para Chile”.
En víspera de la jornada electoral la Unión Nacional lanzó un manifiesto en el que decía: “Poseída de profunda indignación, la Unión Nacional cree su deber lanzar una última propuesta en víspera de efectuarse la elección del Congreso Nacional, por la desenfrenada y organizada intervención de las autoridades para coartar la libertad esencial de las democracias de elegir sus representantes”.
Arturo Alessandri Palma (1920-1925)
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La Alianza Liberal consiguió una amplia mayoría en ambas Ramas del Congreso Nacional.
Senadores por Concepción fueron el balmacedista Enrique Zañartu Prieto y el demócrata Luis Enrique Concha.
Diputados por la zona fueron: Gaspar Mora Sotomayor, demócrata por Coelemu y Talcahuano, futuro ministro de Guerra de Alessandri, a quién le tocaría enfrentar el movimiento militar de septiembre de 1924; por Rere y Puchacay Pedro Rivas Vicuña, radical y Roberto Gómez Pérez, conservador.
Concepción estuvo representada por el liberal Marcos Serrano.
Este congreso no cumplirá su período cronológico, pues será disuelto por orden del Vicepresidente de la República, General Luis Altamirano Talavera el 11 de septiembre de 1924.
Los movimientos militares de 1924 y 1925 sellaron la suerte del “parlamentarismo a la chilena”
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